La primera visita fue a almorzar a lo una vieja amiga de la familia. Era un departamento pequeño, en el baño había que tirar un balde de agua y todos los muebles eran muy antiguos. La señora no era rica, ni mucho menos, pero había preparado un banquete como para un regimiento. Todo delicioso y no paraba de traer cosas nuevas, tanto es así que ella no probó bocado. Y al final, después de unos chocolates, sacó todos los licores caseros... Pocos recursos y un gran corazón. De ahora en más imaginense cada comida o reunión muy ruidosa, gente gritando y riendo. Porque así fue siempre.
Los rumanos son tan quilomberos como nosotros.
Rumania es una isla latina (en toda su expresión) entre pueblos eslavos , que invadieron al Imperio Romano entre el siglo V y VI pero a diferencia de las zonas limítrofes, no impusieron su cultura, sino que asimilaron la que había.
Bucarest es una ciudad grande y muy desordenada. Nunca vi tanta cantidad de autos en mi vida, está permitido estacionar en ambos costados de la calle y ves autos en TODAS partes. Además conducen terriblemente mal. No sé si está permitido pero la gente girá en U, dobla a la izquierda en las avenidas y entre dos avenidas también! Es la ley de la selva, cruza el que mete más la trompa. Las bocinas son la música de la ciudad.
Una de las cosas más interesantes de la ciudad es la historia. El dictador comunista Ceaucescu era un megalómano al que ejecutaron junto a su mujer luego de unas pocas horas de revolución en el año 1989. Nadie quería quedar pegado... Este hombre convirtió a Rumania en el único país sin deuda externa del mundo sumiendo a Rumania en la hambruna.
Visitamos el inconcluso Palacio del Pueblo, la segunda construcción más grande del mundo después del pentágono. Tan gigante que desistí de sacarle una foto. El objetivo era llevar ahí TODA la administración pública. Construido 100% con materiales rumanos y de dimensiones grotescas.
Para construirlo se destruyó por completo un barrio que se encontraba ahí, una zona céntrica. Esta es la vista desde el Palacio.